“Lo más importante no son las zapatillas. Es la cabeza.” Alejandro Almirón, odontólogo de Reconquista, Santa Fe, encontró en el running mucho más que una actividad física: una forma de vida.
Con 56 años, corre 200 km por semana, ha completado múltiples maratones y ultramaratones, y fue elegido entre los 10 corredores del mundo invitados especialmente al Spartathlon, una de las pruebas más exigentes del planeta.
Todo empezó con un susto médico
“Me hice unos análisis y el colesterol estaba por las nubes”, recuerda. “Ahí me dije: tengo que hacer algo por mi salud”. Empezó a correr solo, sin entrenador, sin equipo. Al principio apenas aguantaba unos pocos metros. “Llegué al primer puente y el corazón me explotaba. Me volví caminando, enojado. Pero al otro día salí otra vez, y después otra vez, y así”.
Su primer objetivo: llegar corriendo hasta la calle 21. Cuando lo logró, sintió que había tocado el cielo con las manos. Y desde entonces, nunca paró.
De a poco, pero con disciplina
“Mis primeros 10 km fueron como mi primera novia, nunca me los olvido”, dice entre risas. A los 8 o 9 meses de haber empezado, completó su primer maratón de 42 km en Rosario. Luego vinieron otras ciudades, más kilómetros, más confianza. Sin entrenador, sin planificaciones científicas, sólo ensayo, error, lectura y constancia.
Hoy corre alrededor de 200 km semanales, y entrena todos los días. “El secreto es la disciplina. Correr con lluvia, con calor, con frío, con sueño. Porque si vos querés llegar a un objetivo alto, tenés que hacer el trabajo que hace un profesional, aunque seas amateur”.
La carrera como escuela de vida para sus hijos
Alejandro lleva a sus hijos de la mano en este camino. “A fin de año me llegó un mensaje de un chico con la foto de su recepción y me decía: ‘Mirá, cumplí la meta, entré en el traje’. Eso me da muchísima satisfacción. Yo les muestro todo, porque en esta carrera pasás por muchas muertes y resurrecciones, como yo le llamo. La parte mental es fundamental, porque a veces te preguntás: ‘¿Qué hago acá? ¿Por qué no dejo? ¿Por qué sufro?’. Pero después viene la resurrección, otro kilómetro más, otra caída, y te levantás. Quiero que mis hijos vean cómo va a ser la vida, cómo uno se cae y sale adelante.”
Incluso uno de sus hijos contó a sus amigos en un puesto de hidratación cómo los corredores llegan muertos y vuelven a salir a correr. “Eso es resiliencia en su máxima expresión, un trabajo mental muy grande”.
El desafío más grande: el Spartathlon
Se trata de una carrera de 246 km entre Atenas y Esparta, inspirada en una historia real de la antigua Grecia. Es considerada la «Champions League» del ultramaratón. Solo convocan a los 300 mejores corredores del mundo. Alejandro correrá este año su sexta edición consecutiva.
“No se puede pensar en los 246 km de una. Yo lo divido mentalmente: pienso en llegar al próximo puesto, cada 5 km. Si pensás en todo lo que te queda, no llegás. El cuerpo te va abandonando; lo que te mantiene en carrera es la cabeza”.
En 2021 corrió con dos cartucheras escolares cosidas al cinturón porque no tenía asistencia, mientras otros competidores europeos contaban con equipos, vehículos y masajistas. Ese año, él terminó la carrera y un corredor alemán no.
Alejandro es reconocido y respetado en el mundo del Spartathlon. “Cuando vas a acreditarte, muchos te conocen porque no hay mucha gente que tenga tantos Spartathlón terminados. Vienen a sacarse fotos, a charlar, te regalan remeras de países como Lituania o Italia. Es una carrera que une mucho”.
Más carreras, más desafíos
Además del Spartathlon, Alejandro corrió en Estados Unidos, Brasil, Portugal, el desierto de Omán y otros lugares. Aunque algunas carreras llegan a los 300 km, los tiempos suelen ser más cortos y menos exigentes que en Grecia.
Cómo sostiene su carrera económica y emocionalmente
“El tema económico lo programo con tiempo: ahorro, planifico vuelos y hospedajes con anticipación. A veces en Grecia duermo en hostels con seis personas y turistas de joda, no es lo ideal, pero ya lo acepté. Siempre pensé en buscar sponsors o apoyo municipal, pero ahora prefiero enfocarme en lo mío, no perder energía en otra cosa, y correr”.
La mente sobre el cuerpo: la clave para llegar
En carreras que duran 36 horas sin dormir, Alejandro empieza a alucinar por el cansancio y la falta de sueño. En una edición recuerda haber subido un monte de 1200 metros «casi a gatas».
“Ves campeones fundidos al costado del camino. Lo que te hace llegar no es el físico, es la mente”.
Por eso no le sorprende que la mayoría de los que terminan el Spartathlon son mayores de 45 años. “El joven quiere resultados rápidos. El adulto aprendió a esperar, a resistir, a pensar paso a paso”.
La imagen que lo marcó
La carrera termina en Esparta, cuando se besan los pies de la estatua del Rey Leónidas. Alejandro recuerda con emoción un momento irrepetible:
“Cuando bajo la vista veo que mi mamá estaba ahí, debajo de la estatua, con los brazos abiertos esperándome. Fue como cuando eras chico y te tirabas a los brazos de tu vieja. Tengo un cuadro enorme con esa foto. Me emocionó más verla a ella que llegar a la meta”.
La motivación que sostiene la disciplina
La motivación te pone en movimiento, pero lo que te hace llegar a la meta es la disciplina. La motivación se cae; la disciplina es la que permanece. Muchos me ven corriendo esta cantidad de kilómetros, pero yo empecé como todos: con un pasito, con los primeros 100 metros o el primer kilómetro. Se trata de arrancar y ponerse en movimiento. No importa la edad, el peso, siempre y cuando uno tenga controles médicos. “Lo importante es empezar”.