En una entrevista distinta, lejos del despacho judicial y de los tecnicismos legales, el juez federal Aldo Alurralde dejó de lado el rol institucional para hablar desde lo humano: su historia, su visión de la justicia, su vínculo con la comunidad y hasta su infancia marcada por el esfuerzo.
“Hoy no estoy entrevistando al juez, estoy entrevistando a Aldo”, fue la consigna que marcó el tono de la conversación. Y así, sin toga ni protocolo, se desplegó una charla en la que el sentido común, el compromiso con lo cotidiano y la empatía con la sociedad fueron los ejes centrales.
Una intervención que generó impacto
Uno de los puntos destacados fue su reciente intervención en la Ruta 11, donde bajó de su vehículo, tomó fotos y actuó en consecuencia ante el mal estado de la vía. “Cuando uno da una orden judicial y luego pasa por el lugar y ve que nada cambió, tiene que involucrarse. Lo importante es que las decisiones no sean solo papeles, sino que tengan efecto concreto en la sociedad”, expresó.
Alurralde insistió en que el sentido común no debería ser una excepción, sino la norma. “A veces uno se da cuenta de que está felicitando a alguien por usar el sentido común, y eso debería ser lo más básico. Pero en el estado de desquicio que vivimos, hasta eso se vuelve una rareza”, reflexionó.
Una justicia cercana
En otro momento, defendió la necesidad de una justicia cercana, que no se aísle en su propio poder: “La Justicia debe ser tangible, estar en contacto con la sociedad. El juez tiene que dejar de ser un personaje encerrado en su cargo y volver a ser persona, con virtudes y defectos”.
Orígenes humildes y orgullo por el trabajo
La entrevista también permitió conocer al hombre detrás del cargo. Nacido en Santa Fe, hijo de ferroviarios, perdió a su padre a los 11 años. Su madre lo crió, junto a sus hermanos, con el ingreso de un kiosco. A los 18 años, ingresó al ferrocarril como peón, limpiando máquinas con estopa. “Estoy orgulloso de eso”, dijo, y relató cómo su conocimiento de mecanografía lo llevó a tareas administrativas.
“Yo no decía que estudiaba abogacía para no marcar diferencias. Trabajé de electricista, estudié en la Universidad Pública. Todo lo que aprendí, lo aprendí trabajando. Y lo que se aprende así no se olvida más”, recordó con emoción.
Tras años en la AFIP y en la docencia universitaria, eligió Reconquista como su lugar en el mundo. “Me gustó su gente, su sencillez, los valores de los jóvenes. Hoy vivo en el campo, rodeado de eso que tanto me atrajo desde el primer día”.
Más que un juez, una voz coherente
Aldo Alurralde es una de las voces más respetadas del norte santafesino. Pero más allá del rol que ocupa, es su coherencia con lo que piensa y hace lo que genera admiración. Un juez que no solo firma sentencias, sino que también camina, observa, actúa y, sobre todo, escucha.
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