Editorial por Sergio Raynoldi
El músico rosarino apuntó contra la falta de autocrítica de las fuerzas que habilitaron el ascenso de Milei. En paralelo, la crisis social se profundiza y la pregunta clave se impone: ¿y después de Milei, qué?
“No hubo una autocrítica abierta de las fuerzas que hicieron posible que Milei esté hoy en el poder”, dijo Fito Páez. Y lo que podría parecer una frase más de un artista comprometido, es en realidad un diagnóstico político crudo y certero que retrata el presente de la Argentina con una claridad que la dirigencia aún no logra expresar.
Desde que se estrenó la serie sobre su vida, Fito se volvió una figura aún más transversal. Lo escuchan fanáticos de la música, de la cultura, pero también personas que buscan en él una mirada lúcida sobre lo que nos pasa como sociedad. Esta vez, lo que dijo toca un nervio central del debate actual: el fracaso compartido de quienes, en el oficialismo o en la oposición, no supieron gobernar, representar ni construir confianza.
Milei, síntoma y consecuencia
Javier Milei no cayó del cielo. Fue elegido. Fue empujado. Fue habilitado. Su irrupción no fue solo fruto del enojo, del hartazgo o de las redes sociales. Fue también el resultado de la falta de respuestas reales por parte de los partidos tradicionales, que durante años dejaron de conectar con la sociedad, con sus dolores y aspiraciones.
Fito lo dijo sin eufemismos. Milei fue posible porque nadie asumió su parte de responsabilidad en la construcción de una democracia cada vez más vacía de contenido y más alejada de las necesidades urgentes. Mientras tanto, la crisis avanza, y con el frío, la pobreza y la exclusión vuelven a estar a la vista de todos.
La calle ya lo siente
Hay algo que se percibe en las calles, en los bares, en las plazas: la crisis está tomando cuerpo otra vez. No se trata solo de estadísticas o porcentajes. Es gente pidiendo comida en una vereda, golpeando puertas con frazadas al hombro, intentando sobrevivir con dignidad en medio del abandono.
Y no es culpa de un bar, ni de una esquina. Es síntoma de un país que se resquebraja mientras el gobierno celebra la “macro” sin mirar la calle. La deuda crece, los recortes golpean a jubilados, estudiantes y provincias, y la única respuesta oficial es el ajuste como bandera moral. Una historia que ya vimos. Y que no termina bien.
Después de Milei, ¿qué?
Esta es la pregunta que nos interpela. No basta con criticar a Milei. No alcanza con describir su desvarío discursivo o su desconexión con la realidad. Lo esencial es pensar qué viene después. Quién puede construir una alternativa. Quién puede convocar.
¿Hay liderazgos? ¿Hay ideas? ¿Hay proyectos? ¿Hay alguien que convoque esperanza?
La foto en la Corte Suprema, con Pullaro, Perotti y Bonfatti unidos por el reclamo a Nación, fue un gesto valioso. Tres ex y actuales gobernadores de signos distintos, actuando en defensa de su provincia. ¿Será un indicio? ¿Podrá el sistema político comenzar a parir algo distinto desde la acción común?
La autocrítica como punto de partida
Mientras tanto, la falta de autocrítica sigue marcando el ritmo de una política incapaz de renovarse. El peronismo, el radicalismo, el PRO, la izquierda: todos tienen deudas con la sociedad, pero pocos se atreven a saldarlas con honestidad.
Y en ese hueco, Milei sigue siendo una opción, no porque guste, sino porque no hay otra a la vista. Por eso lo que dijo Fito Páez no es menor. Es un llamado de atención. Es una alarma. Es, quizás, el primer verso de una canción urgente:
O hacemos autocrítica y cambiamos en serio, o volverá la pesadilla con otro nombre.