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El pasado jueves 20 de marzo, Adriana Silvia Armella, vicedirectora de la Escuela Normal “Juan Ignacio Gorriti”, falleció tras descompensarse durante una tensa reunión de padres. La docente, de 56 años, fue trasladada de urgencia a un hospital, pero un accidente cerebrovascular (ACV) terminó con su vida horas después.
El hecho, que conmueve a la provincia, deja una fuerte reflexión: “¿La escuela vale nuestras vidas?”. La reunión, marcada por los reclamos por las problemáticas del colegio, fue el último momento de Adriana en su lugar de trabajo, un espacio donde dedicó años a sembrar futuro, según sus compañeros.
El colectivo docente de la institución expresó su dolor en un comunicado: “Nuestra compañera de la tiza se descompensó en función. Su partida es el último eslabón de una cadena de situaciones que nos interpela a diario”. Los maestros denunciaron las difíciles condiciones a las que se enfrentan a diario: aulas superpobladas, niños con heridas sociales y familias que exigen resultados inmediatos sin entender la realidad del sistema educativo.

“Nos piden ser psicólogos improvisados, mediadores familiares y burócratas perfectos en un sistema que prioriza papeles sobre personas”, denunciaron, reflejando un desgaste que se ha vuelto un “sacrificio obligatorio”.
El grito “¿Hasta cuándo?” se convierte en una consigna, y Adriana se erige como un símbolo en la lucha por escuelas donde nadie muera por enseñar. La educación pública está en crisis, y el costo humano es demasiado alto.